REFLEXIONES

¡LECTOR! más allá de las innumerables cosas preciosas que este Capítulo nos presenta en verdades divinas, aquí somos bendecidos por Dios el Espíritu Santo, con una dulce muestra de un Santo del Antiguo Testamento en sus devociones; y la misericordiosa respuesta del Señor a su siervo. Cuando un hijo de Dios clama, como lo hizo aquí Habacuc, al contemplar la iniquidad de los tiempos y al sentir también su propia corrupción, ¿ve cuán misericordioso es el Señor? El Profeta apenas llama al Señor, pero el Señor escucha y responde.

Grito, a causa de la violencia, dice el Profeta; y no oirás? Sí, dice un Dios misericordioso, no solo escucharé, sino que haré tal obra de gracia en el regalo de mi amado hijo, que acabará con todas las ruinas de la caída. Y sin embargo, aunque trabajaré tan maravillosamente, hay miles que no creerán. ¡Lector! piensa en lo que el Señor ha hecho en nuestros días y en nuestra generación, ahora la obra de redención está terminada, y Cristo volvió a la gloria; y, sin embargo, ¿no se puede preguntar en las palabras del Profeta, quién ha creído a nuestro anuncio, ya quién se revela el brazo del Señor? ¡Oh! Por gracia, para clamar con el Profeta, ¿no eres tú desde la eternidad, oh Señor Dios mío, Santo mío? Señor, conceda que nunca se le diga, ni al que ahora escribe, ni al que lee: ¡He aquí, despreciadores, y maravillados y pereciendo! porque hago una obra en tus días,

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