REFLEXIONES

¡LECTOR! Haga una pausa y considere, mientras repasa esta bendita profecía, acerca de la persona, obra, carácter y oficios del Señor; si Aquel, que aquí dice Jehová mismo, que es el deseo de todas las naciones, es el primer y último y completo objeto de todo vuestro deseo; por la vida y la muerte, por el tiempo y la eternidad? Contempla al Señor Jesús en este punto de vista tan bendito y delicioso. Otro Profeta profetizó dulcemente de Él que rociaría muchas naciones.

Y cuando lo descubrimos como la única ordenanza grande y gloriosa del cielo para salvación, no hay salvación en ninguna otra: cuando lo miramos como el regalo de Jehová, para el común y único remedio, por los pecados de un mundo entero: Cuando conocemos la idoneidad y toda suficiencia del Señor Jesús por un lado, y la franqueza, plenitud, grandeza y naturaleza eterna de esa rica gracia de Dios el Padre por el otro; seguramente el Señor Jesús aparece respondiendo tan bienaventuradamente a este carácter, como el deseo de todas las naciones.

Y si todas las naciones lo conocieran, todas las naciones estarían enamoradas de él. Como un sol en los cielos responde por todo el mundo; y un océano abastece a toda la tierra; de modo que un Señor Jesucristo es suficiente para todos y responde a las necesidades de todos. ¡Lector! Traiga el punto a su propia persona, y pregunte si Él es tan encantador en su opinión, como para ser el más hermoso y principal entre diez mil. De hecho, es verdaderamente bendecido cuando la propia experiencia de un hombre se corresponde con el testimonio divino; y Cristo es formado en el corazón, como el único deseo del corazón y la esperanza de gloria.

¡Precioso Señor Jesús! Tú, que por tu apariencia en nuestra carne, en tu templo, llenaste la última casa de mayor gloria que la primera; llena tu Iglesia ahora sobre la tierra, como llenas tu Iglesia en el cielo, con tu presencia. ¡Ciertamente, tú mismo, oh Señor, eres el templo, el altar, el propiciatorio, la propiciación, el Sumo Sacerdote y el sacrificio! Todo, todo está centrado en ti, porque todo lo que tienes delante no eran más que tipos y sombras.

Tú, a quien Jehová ha escogido, eres tú, sello de Jehová de los ejércitos, y sello del pacto de paz entre el cielo y la tierra. ¡Oh! Entonces, precioso Jesús, concede que sobre ti, como fundamento, edificada toda tu Iglesia, todos tus redimidos sobre la tierra crezcan hasta convertirse en un templo santo en el Señor, para morada de Dios por medio del Espíritu, hasta que nos unamos a la Iglesia. arriba, cuando la última piedra del edificio espiritual sea traída a casa con gritos, clamor, gracia, gracia.

¡Adiós Hageo! Damos gracias a tu Señor y al Señor nuestro por tu ministerio y testimonio acerca de nuestro Jesús. Una vez en la tierra, fuiste testigo del llanto de algunos y del gozo de otros al contemplar el segundo templo. Dentro de poco contemplarás todo el cuerpo de Cristo, formando un templo, de su cuerpo la Iglesia, en gloria. Y luego, cuando el Cordero esté en su trono, y rodeado por la innumerable multitud de Patriarcas, Profetas y Apóstoles, y todos los redimidos de cada nación, tribu y clima, entonces se cantará el himno de salvación en medio de la vasta anfitrión, donde todas las lágrimas son enjugadas de todos los ojos, y el cántico de redención a Dios y al Cordero, será el cántico eterno del cielo. Amén.

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