Aquí hay una hermosa ruptura del tema, en el discurso del Señor, a Babilonia. La Iglesia, por así decirlo, al escuchar lo que el Señor acababa de decir, en sus juicios amenazados sobre Babilonia, estalla en una devota exclamación acerca de su Señor. Ella lo llama por su nombre Goel, Redentor; y dice de él que él es el Señor de la soberanía; y, en su santidad, el Señor de justicia a su pueblo.

¡Dulces vistas de Jesús! Su Deidad asegura la eficacia eterna y eterna de su redención; y en su santidad mediadora, todo su pueblo está interesado. El Señor de los Ejércitos, y el Santo de Israel, se convierte en un pariente Redentor adecuado, en el que la Iglesia puede confiar eternamente y gloriarse.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad