No sé con qué puntos de vista mi lector considerará este versículo: pero para mí, lo confieso, es una promesa tan bendita como cualquier otra en la Biblia. De hecho, forma una comprensión de casi todos los demás. Porque, ¿no es Dios el Padre, hablándole a la persona de Dios el Hijo, en su carácter propuesto de Mediador, en sus ricas promesas acerca de los redimidos de Jesús? ¿Y no se compromete Dios, en su relación de pacto, a cumplir sus misericordiosos compromisos con respecto al pueblo del Señor? Y, como tal, ¿no podemos nosotros, como redimidos del Señor, mirar hacia arriba y suplicar por el logro? No, ¿no se pretende, por el mismo compromiso, que deberíamos hacerlo? Bendito Señor, yo diría, haz como has dicho: que una porción bendita de ese Espíritu, que estaba en Jesús, sin medida, sea sobre toda la simiente y la descendencia de Jesús,Juan 3:34 ; Efesios 4:7

REFLEXIONES

¡Mi alma! aprende de lo que ha dicho tu Dios, cómo sacar conclusiones, tanto de la mano del Señor para ayudar a su pueblo, como del oído del Señor para escuchar sus oraciones. Si en algún momento el enemigo triunfa y el Señor parece esconder su rostro, busca la causa y rastrea tus iniquidades hasta su origen. ¡Pobre de mí! ¿Qué necesidad tengo yo, como Esdras, de sufrir vergüenza y confusión de rostro cada día, porque mis iniquidades han aumentado, y mis transgresiones han aumentado hasta los cielos?

¡Precioso Señor Jesús! ¡Qué eterna confusión me cubriría, si no te hubiera visto, como este dulce Capítulo representa, viniendo como el Abogado y Propiciador, el Redentor e Intercesor, de los pobres pecadores que perecen! Tu brazo, oh Jehová, liberó a tu pueblo; porque ninguno de tus redimidos era competente para estar contigo. Toma, Señor, para ti toda la gloria, porque solo tú has realizado toda la salvación, mientras que todas las benditas consecuencias de ella son para tu pueblo.

Y tú, misericordioso Dios y Padre, por amor de tu amado Hijo, cumple todas tus promesas en el alma de tu pueblo. Pon, Señor, tu bendito Espíritu en nosotros, y viviremos; y deja que la eficacia eterna de la sangre y la justicia de Cristo produzca las bendiciones eternas de ambos, entre tus redimidos, desde ahora y para siempre.

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