REFLEXIONES

AQUÍ Lector! llegamos al final de la profecía de Jeremías, y hemos visto cuán segura es la palabra del Señor, en destrucción para sus enemigos, y en gracia y fidelidad para su pueblo. Y nosotros que hemos vivido para ver, no solo el cumplimiento total de las cosas predichas, sino la introducción de esa era bendita de su evangelio, en cuyo reino se fundan todos los grandes eventos de salvación para el pueblo de Dios, y por quien todas las naciones de Bendita sea la tierra, bien puede inclinarse, con acción de gracias y alabanza, por esta preciosa porción de la palabra de su gracia.

¡Bendito sea el Señor por el ministerio de su siervo! ¡Y bendijo al Señor por habernos transmitido escrituras tan preciosas para nuestra instrucción! ¡Y bendito sea el Señor, que nos enseña a beneficiarnos del ministerio de sus siervos!

¡Adiós Jeremías! ¡Fiel siervo del Dios Altísimo! Ciertamente dolorosos fueron tus ejercicios, tener tu ministerio tan despreciado y despreciado; y tu persona tratada con tanta indignidad y sufrimiento. Pero tu recompensa fue segura; y Jesús, en cuyo nombre ministraste, no te dejó sin testimonio en los tiempos más peligrosos. ¡Oh! que el Señor Jesús, en todas las épocas de su Iglesia, daría señales a sus fieles, como a Jeremías, cuando se opusieran los falsos profetas; y a los Hananías y Pasures de hoy en día, hable en su decisión, para que sean Magor-missibibs aterrorizados por todos lados.

Señor, lleva tu propia bendita causa a tu propio brazo omnipotente; y en la ordenación de tus ministros, como en el caso de Jeremías, hazlos como ciudad fortificada, columna de hierro y muros de bronce, para que sean fuertes en el Señor y en el poder de su fuerza. Sí, haz de ellos lo que quieres que sean, y hazlos más que vencedores, mediante tu gracia ayudándolos, para que Jesús sea glorificado en su instrumentalidad, y las almas de tu pueblo se llenen de gozo por medio de ellos, en el Señor nuestro Dios. .

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