(8) Tus manos me hicieron y me formaron en derredor; pero tú me destruyes. (9) Te ruego que recuerdes que me has hecho como el barro; y me harás volver al polvo? (10) ¿No me derramaste como leche y me cuajaste como queso? (11) Me vestiste de piel y carne, y me cercaron con huesos y tendones. (12) Me has dado vida y gracia, y tu visitación ha preservado mi espíritu. (13) Y estas cosas tienes escondidas en tu corazón; yo sé que esto es contigo.

¿Qué hermosa descripción da Job de la obra de DIOS en su formación? Él ve a DIOS como creándolo, alimentándolo, sosteniéndolo, protegiéndolo, cercándolo y concediéndole instancias continuas de vida y favor. Ahora bien, dice Job, (y él defiende estas cosas, como tantos argumentos a favor de la misericordia), ¿así mi DIOS otorgó tales muestras de sabiduría y amor, y no oirá los gritos de su afligida criatura? Hay una gran dulzura y fuerza de persuasión en este argumento.

¡Pero lector! cómo esta súplica se eleva a una nota más alta; cuando se parafrasea con los melodiosos acentos del evangelio? ¿Cómo puede cada creyente pobre en JESÚS, presentar esos argumentos y decir; Tú me hiciste, oh SEÑOR, y me hiciste nuevo en CRISTO JESÚS, tu Hijo amado y siempre bendito; no solo me dio un ser, sino un nuevo ser, y una unión de ser en y con JESÚS; me alimentaste con su cuerpo, y me hiciste beber de su sangre; me vistió con su justicia, se vistió con el manto de la salvación, me protegió de todas las acusaciones del pecado y de Satanás, de la ley y la justicia; día a día me visitaste con tu gracia; me concedió la vida y el favor; y el mismo JESÚS ha preservado mi espíritu; y ahora me desanimo; ¿Tendré miedo ahora? Seguramente si el SEÑOR hubiera querido matarme, ¿habría recibido a JESÚS como mi Redentor de mis manos, o me habría aceptado en JESÚS?Jueces 13:23 .

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