REFLEXIONES

¡LECTOR! Detengámonos en la lectura de este capítulo y, por el momento, dejemos de recordar tanto a Job como a sus amigos, para traer el tema en sí un poco más a casa, ya que se trata de las mismas circunstancias aquí descritas en la actualidad en la que moramos.

Si miramos la vida humana tal como aparece en la gran masa de hombres, ¡qué estado de cosas tan confuso parece! En general, sin duda, en cuanto a las cosas externas, los impíos y los despreciadores de DIOS son los más prósperos. Son como Job las ha descrito aquí. Por lo tanto, si nos permitimos razonar desde fuera del espectáculo, con frecuencia declararíamos feliz al pecador y miserable al santo. ¡Pero qué cálculo erróneo deberíamos hacer entonces! Para formar una estimación adecuada incluso del disfrute real de las circunstancias prósperas, debemos mirar tanto hacia adentro como hacia afuera.

Debemos seguir al gran hombre, o al rico, hasta su retiro. Debemos verlo por lo que siente y por lo que confiesa, y no por lo que el mundo ha concluido acerca de su verdadera felicidad. Y si hiciéramos esto, descubriríamos muchos corazones doloridos en una hermosa casa; y muchos hombres miserables, que ante el mundo parecen alegres y sonrientes. De modo que incluso con respecto a la felicidad de esta vida, el pecador próspero no tiene lo mejor de ella. Y uniformemente se encuentra que los que siguen al mundo, así como los que siguen a CRISTO, deben tomar una cruz y de hecho lo hacen; ya veces un cruce muy pesado y irritante para los que son.

Pero cualesquiera que sean los placeres del pecador aquí, ¿cuáles pueden ser los placeres espumosos e insatisfactorios de todo el mundo carnal, comparados con esa gloria que será revelada? ¡Oh! precioso JESÚS! en el recuerdo de ti y de tu presencia, cómo todo se hunde en la nada a la vista del alma. Verdaderamente has prometido que, en esta vida, los que te aman heredarán bienes y que llenarás todos sus tesoros.

Y sólidas, satisfactorias y sustanciales, todas tus misericordias son. Pero, ¿quién describirá, o qué corazón concebirá, la naturaleza, la extensión, la durabilidad, las vastas alegrías que has acumulado y que tú mismo estás para impartir a tus redimidos en gloria? ¡SEÑOR! que la convicción de ellos caliente mi alma continuamente y anime mi corazón; y tú me capacitas, ¡oh! ¡Oh generoso SEÑOR! para perseguirte, en todos los senderos de la gracia aquí abajo, para que por fin pueda alcanzar esa gloria que será revelada; para el goce eterno de la presencia de DIOS y del CORDERO, y esas inefables bienaventuranzas que ojo no vio, ni oído oyó, ni entraron en el corazón del hombre para concebir, sino que están a tu diestra para siempre.

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