(4) En cuanto a mí, ¿es mi queja al hombre? y si fuera así, ¿por qué no se turbaría mi espíritu? (5) Fíjate en mí y sorpréndete, y pon tu mano sobre tu boca. (6) Incluso cuando recuerdo, tengo miedo, y el temblor se apodera de mi carne.

Quizás esta parte del discurso de Job sea tan interesante e importante como cualquier otra en toda la controversia. Primero les recuerda a sus amigos que sus ojos están puestos en DIOS. De él vino su aflicción, y por eso solo de él espera la liberación. Luego insinúa cuán extrañas y singulares habían sido sus visitas y cómo, desde la mayor prosperidad, había sido, en un momento, arrojado a la mismísima profundidad de la miseria. El recuerdo mismo de lo que una vez fue, y a lo que ahora fue llevado, no podía recordarlo, pero con temblor.

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