REFLEXIONES

¡LECTOR! Mientras contemplamos al hombre de Uz en este capítulo justificándose a sí mismo contra las acusaciones injustas de sus amigos, y apelando al SEÑOR para que defienda su causa, no permitas que tú y yo confundamos el significado del Patriarca. Una cosa es justificar nuestra conducta frente a los injustos reproches de los hombres; y otro para intentar paliar nuestras ofensas cometidas contra la majestad soberana del DIOS Todopoderoso. En ese trono de la justicia de DIOS, Job siempre se declaró culpable.

En repetidas ocasiones confesó haber sido un pecador. Cuando miró la santidad de la ley de DIOS, no tenía nada que decir en su propia justificación. He pecado (dijo Job), ¿qué te diré, oh Conservador de los hombres? En nuestra opinión de la justificación de Job de sí mismo, por lo tanto, no dejemos de recordar esto.

¡Pero lector! ¡Cuán dulce es un alivio para toda mente consciente de las múltiples ofensas que allí habitan, y que quizás no la ve ningún ojo sino el que ve en lo secreto, esa bendita Escritura que dice: 'Si confesamos nuestros pecados, DIOS es fiel y justo para Perdónanos nuestros pecados y límpianos de toda maldad. Aquí, lector, busquemos usted y yo la justificación ante DIOS en esa sangre que limpia de todo pecado, y esa justicia que justifica a los impíos que creen en JESÚS.

Aunque evidentemente al patriarca Job se le enseñó acerca de estos preciosos medios de salvar y justificar a los pobres pecadores, y sin duda tenía una gran fe en su pariente Redentor, el SEÑOR JESÚS, sin embargo, si hubiera vivido para saber de ese bendito Santo lo que tú y yo sabemos, y al leer, lo que usted y yo podamos leer, de la completa redención obrada por él, ¡cómo se habría regocijado su alma en el inmenso consuelo! ¡Precioso SEÑOR JESÚS! Sea tu justicia, como mi glorioso Mediador y Fiador, el consuelo, la confianza y el gozo eternos de mi corazón.

Entonces seré capacitado para enfrentarme a todas las acusaciones de Satanás, de falsos amigos o enemigos abiertos; y clamar con el Apóstol en el santo triunfo del creyente: Dios es el que justifica; ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

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