REFLEXIONES

HE AQUÍ, alma mía, en esas guerras de Josué, la viva semejanza de las victorias que tu Josué ha logrado, en el logro de la Canaán celestial. ¡Cómo atravesó Jesús las dificultades y luchó con los principados y potestades en el cumplimiento de tu salvación! ¡Oh! Tú, gran Capitán del ejército de Jehová, que mire más allá del Josué del campamento de Israel, para verte a ti a quien Josué ministraba, y de quien él era sólo el tipo; y te veo ensombrecido, por todo, que él logró, en tus victorias, resurrección y gloria.

Tú, eres el estandarte y estandarte que tu Padre levantó para la conquista de su pueblo, en todas las edades de tu iglesia. Esta fue la guerra santa, que mantuviste en el nombre de tu Padre, con el infierno, la muerte y la tumba. Y ahora, habiendo triunfado abiertamente sobre todos ellos, y habiéndolos clavado en tu cruz, tú eres nuestro estandarte eterno, por quien triunfamos, y en cuyo nombre somos más que vencedores, y finalmente heredaremos la Canaán celestial.

Querido Jesús, que esta sea mi confianza cuando, como los reyes de Hazor, todos mis enemigos se unan en confederación contra mí, que irás delante de mí y te someterás todas las cosas a ti mismo: y no solo derribarás la fuerza de los enemigos desde afuera, antes bien, derriba en su interior todas las fortalezas del pecado y las concupiscencias de la carne; y fortalece mi alma en el Señor y en el poder de su fuerza.

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