No veo ninguna razón para interrumpir el progreso de la historia a través de las diversas relaciones dadas, del espíritu perseverante de esta mujer ingeniosa para arruinar a Sansón. Pero prefiero pasar a las mejoras espirituales que proporciona la historia. Y aquí vemos hasta qué grado de locura y presunción reduce el pecado la mente. Sansón no podía dejar de saber que, como nazareo para Dios, la cabeza sin afeitar era como una señal externa, o marca, de un estado espiritual.

Qué locura, qué presunción, pues, era tentar así a Dios. Pero lector, fíjate, y al señalar el ejemplo de Sansón, aprende a no ser altivo, sino a temer. Qué presa fácil es el hombre, con toda su fuerza jactanciosa, para cualquier y cada tentación, cuando el Señor por un momento retira su apoyo. ¡Oh! qué dulce es tener los sentimientos de Pablo, y del mismo espíritu. No puedo hacer nada por mí mismo, dice; pero todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

1 Corintios 4:4 ; Filipenses 4:13 .

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