El lector debe destacar en particular la expresión: El Señor puso la espada de cada hombre contra su prójimo. Los terrores de la mente hacen huir al impío, cuando nadie lo persigue. Y así se cumplen las promesas del Señor. Porque, ¿de qué otra manera podría uno del pueblo de Dios perseguir a mil, o dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido? Deuteronomio 32:30 .

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad