Acuérdate, oh SEÑOR, de lo que nos ha sucedido; considera y contempla nuestro oprobio. Nuestra herencia se entrega a extraños, nuestras casas a extraterrestres. Somos huérfanos y huérfanos de padre, nuestras madres son como viudas. Hemos bebido nuestra agua por dinero; nuestra madera nos es vendida. Nuestro cuello está bajo persecución: trabajamos y no tenemos descanso.

No puedo admirar suficientemente la tensión del razonamiento y de la súplica al Señor, que el Profeta usa aquí en oración. Recordando al Señor su relación, en virtud de la alianza de Dios con sus padres, y al mismo tiempo, difundiendo ante el Señor los malos tratos que recibieron de los paganos; estos se convirtieron en benditas súplicas en oración. ¡Lector! ahora no hay argumentos (porque es lo mismo en todas las edades) que podamos llevar ante el trono, sino lo que primero nos ha llegado desde el trono.

El amor del pacto de Dios en Cristo, y la eficacia eterna e incesante de la sangre y la justicia de Cristo; ¡Estos son los que deben ser nuestra única dependencia, cuando el enemigo de fuera, o el pecado de dentro, traen el alma a problemas!

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