REFLEXIONES

Cuán hermoso es contemplar al SEÑOR JESÚS presentado así por el ESPÍRITU SANTO a la vista de la iglesia, bajo esa parte grandiosa e importante de su carácter divino, nuestro gran sumo sacerdote. Pero cuán igualmente hermoso es observar al mismo tiempo, qué distinción eterna ha hecho el ESPÍRITU bendito entre JESÚS y todos sus tipos, en sus siervos. Aquí, bajo la ley, como verdaderamente dice un apóstol, vemos a hombres que tienen debilidad, hechos sumos sacerdotes; pero bajo el evangelio, la palabra del juramento que fue desde la ley, hace al HIJO que es consagrado para siempre.

¡Aquí lector! Dejemos que tú y yo nos detengamos en esas solemnes representaciones. Veamos aquí la gran maldad del pecado, que tanto en el sacerdote como en el pueblo, entre los gobernantes y los pobres, expone a todos sin distinción, al justo y merecido castigo del Dios Todopoderoso. ¿Está tu corazón, como el mío, bajo un profundo sentimiento de pecado y la conciencia de la ira merecida, impulsado a preguntarle al de antaño: ¿Con qué me presentaré ante el SEÑOR y me postraré ante el Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, o daré el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? ¡Oh! cuán infinitamente preciosa, para todo corazón verdaderamente despierto que está preguntando por el camino de la salvación, en esas ansiosas preguntas, es esa respuesta que revitaliza el alma; He aquí el CORDERO de DIOS que quita los pecados del mundo. ¡Queridísimo JESÚS!

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