(1) Mientras tanto, cuando se reunía una multitud innumerable de personas, de tal manera que se pisoteaban, él comenzó a decir a sus discípulos en primer lugar: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía. : (2) Porque no hay nada encubierto, que no será revelado; ni oculto, que no se conocerá. (3) Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis dicho al oído en los aposentos, será proclamado desde los tejados.

(4) Y yo os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después no tienen más que hacer. (5) Pero yo os advertiré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber matado, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, temedle. (6) ¿No se venden cinco pajarillos por dos peniques, y ninguno de ellos es olvidado delante de Dios? (7) Pero hasta los mismos cabellos de vuestra cabeza están todos contados; por tanto, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

(8) También os digo que cualquiera que me confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre también lo confesará delante de los ángeles de Dios; (9) Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. (10) Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. (11) Y cuando os lleven a las sinagogas, a los magistrados y a los poderes, no os preocupéis de cómo o qué responderéis, o qué diréis, (12) porque el Espíritu Santo os enseñará, en el a la misma hora, lo que debéis decir.

No puedo dejar de señalar, sobre los diversos discursos de Jesús, cuánto está dirigida su doctrina contra los fariseos. Que cualquier hombre recopile, de los Evangelios, todos los discursos de Jesús, y observe cuánto se gasta en condenar a esa clase de personas: y la razón es clara. Ningún grupo de hombres, no, ni siquiera los abiertamente profanos, son enemigos jurados de la salvación completa y consumada de Jesús como los fariseos.

Porque al establecer una justicia propia, o lo que resulta de la misma fuente, el orgullo incontrolable de la naturaleza humana, en parte lo hacen, al disminuir mucho la enorme importancia de Cristo y su redención. O toda la masa de hombres está muerta en delitos y pecados, o no lo está. Si no es así, ¿qué necesidad tienen de un Salvador? Si lo son, ¡qué intento imprudente es el fariseo, de cualquier generación, de erigirse en un salvador en parte! Los fariseos, en los días de nuestro Señor, fueron sus enemigos más letales; y los fariseos, en los tiempos modernos, son los enemigos más letales de su pueblo.

El discurso de nuestro Señor, en esos versículos, por muy simple y simple que sea, parece haberse basado en la perspectiva que vio en su Iglesia, con qué oposición encontrarían sus elegidos, en todo momento, de esa clase de personas. Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad