(14) Y también los fariseos, que eran codiciosos, oyeron todas estas cosas, y se burlaron de él. (15) Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos ante los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que entre los hombres es muy estimado, es abominación a los ojos de Dios.

Era muy natural esperar que el odio de los fariseos surgiera del discurso de nuestro Señor. Derribando al suelo las altivas pretensiones de tales hombres al favor divino, no pudo menos de excitar su más amargo disgusto. ¡Y lector! ¿Qué pasa ahora? Que un verdadero hijo de Dios se atreva a poner en tela de juicio el aparente celo de la actualidad y a susurrar sólo sus dudas con las mismas palabras que Jesús ha usado aquí: que lo que los hombres tienen en alta estima es abominación a los ojos de Dios, y será bueno si escapa como lo hizo Jesús entonces, con la burla y el desprecio del fariseo fariseo.

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