(6) Y el Señor dijo: Oíd lo que dice el juez injusto. (7) ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque los soporta? (8) Os digo que pronto los vengará; pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

Ahora nuestro Señor aplica la parábola de la manera más bienaventurada. Escuche (dice Cristo), escuche lo que dice el juez injusto. Como si Jesús hubiera dicho: Oíd, pobres redimidos afligidos, lo que dice un juez insensible, cuando es vencido por la importunidad incesante e incesante de una viuda pobre, y consuélaos y anímate en todos tus acercamientos al trono. Después de una instancia como esta, nunca jamás te desanimes.

¿Y no vengará Dios a sus escogidos? Hay una belleza y una fuerza poco comunes en la expresión, Sus propios elegidos. No simplemente un elegido, sino un elegido de Dios; no sólo una simiente elegida, sino la elegida de Dios, y que Dios se complace en llamar suya. No simplemente un pueblo apartado y apartado para Dios, sino apartado por Dios mismo. Sus propios elegidos. No puedo decir lo suficiente al tratar de señalar al pueblo de Dios la bienaventuranza y la peculiaridad de la expresión.

Sus propios elegidos. Son de él. Y son su elección, sus elegidos. Y lo son antes que todos los demás, y con preferencia a todos los demás. Y el Padre se los dio a su amado Hijo, no solo antes que todos los demás, y con preferencia a todos los demás, sino como manifestación escogida de su amor. En resumen, sus propios elegidos. ¡Lector! deténgase sobre el pensamiento bendito, ¡porque es un pensamiento muy bendito! y aprendan que, en medio de todas las cavilaciones y disputas de los infieles, Dios tiene elegidos, que son especial y personalmente los suyos.

Y aprendan, al mismo tiempo, que aunque son los elegidos de Dios, son como esta pobre viuda, muy oprimidos por el adversario; sí, tienen muchos adversarios; y no olviden también que, como son de Dios, Dios no puede dejar de considerarlos.

Y (dice Jesús) ¿no vengará Dios a sus escogidos que claman a él día y noche, aunque los soporta? ¿Será que este desgraciado que sirve al tiempo, este juez injusto, será finalmente vencido para hacer lo que no se deleitaba en hacer? ¿Y no hará Dios eso, que es su gloria y su placer de hacer? ¿Va a prevalecer esta viuda pobre con un juez injusto, y no prevalecerá la esposa casada de Jesús con un Padre justo? ¿Será finalmente vencido un hombre cruel e insensible, y no será misericordioso un Dios tierno y misericordioso? ¿Es posible suponer que ella, que no tenía a nadie que hablara en su nombre, y que no tenía interés en la mente de este juez terrenal para ayudar a su petición, finalmente lo lograría por importunidad? ¿No tendrán éxito los pobres de la familia de Jesús que tienen a Cristo para hablar por ellos? ¿Y tienen en el seno mismo de Dios nuestro Padre un abogado en su propio amor eterno, que en Cristo debe asegurar su aceptación? Sí, dice Jesús (poniendo así un bendito énfasis positivo en ello), les digo que los vengará pronto.

¡Pero lector! ¡Qué pensamiento tan humillante es el final de la parábola en la pregunta del Señor, cuando Jesús dice; Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? Es una especie de pregunta que lleva consigo su propia respuesta, como si hubiera dicho; ¡No! Él no. Porque, a pesar de toda la fidelidad del pacto y las promesas de Dios en Cristo Jesús, ¿quién está a la altura del disfrute de la totalidad por la fe? ¡Lector! ¿Qué reproche es para el alma verdaderamente regenerada, que la palabra y el juramento de Jehová, con toda la preciosa salvación de Cristo, se apoye tan poco en la fe?

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