(33) Mirad, velad y orad porque no sabéis cuándo es el momento. (34) Porque el Hijo del Hombre es como un hombre que va de viaje, que salió de su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su trabajo, y ordenó al portero que vigilara. (35) Por tanto, velad; porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, al atardecer, a la medianoche, al canto del gallo, oa la mañana; (36) para que no venga de repente y os encuentre durmiendo. (37) Y lo que os digo, a todos os digo: Velad.

El cierre de este capítulo da ocasión para extender la dirección de vigilancia de nuestro Señor, no solo a sus discípulos de esa generación, sino a la Iglesia de DIOS en todas las edades. Es bendecido, sí, muy bendecido, que un hijo de DIOS esté siempre al acecho de la segunda venida de CRISTO; o lo que es lo mismo, el día de la muerte de un hombre. Porque aunque a toda alma redimida, en cuyo corazón se ha realizado la obra de la gracia, y se ha convertido para salvación de las tinieblas a la luz, y del poder del pecado y de Satanás al DIOS viviente; esa alma está siempre en un estado habitual de preparación, y siempre lista en el momento de la llamada, para salir a la llamada del Maestro al mundo de los espíritus; sin embargo, es una bendición estar en un estado real, esperando, mirando, anhelando y apresurándose, como habla el Apóstol, por la venida del Señor.

¡Lector! Piense en el bendito privilegio que es este, y ruegue al Señor Jesús que lo encuentre en su venida. 2 Pedro 3:12 .

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