REFLEXIÓN

¡Oh! ¡Tú, glorioso y bondadoso esposo de tu Iglesia! Alabanza eterna a tu nombre, no le es lícito a Jesús repudiar a su esposa, haga lo que haga el mundo, por cualquier causa. El Señor Dios de Israel ha dicho que aborrece el repudio. Y aunque Jesús mismo ha dicho por medio de su Apóstol: Los maridos aman a sus mujeres, y no se amarguen contra ellas; ¿Estará Jesús amargado contra los suyos? ¡Qué! aunque ella, desde que él se desposó con ella desde la eternidad, se apartó y se hundió en la miseria y el pecado; ¿No la recuperará Jesús de este estado? Sí, ¿no será para su gloria hacerlo así? ¡Sí! ¡Tú, querido Señor! Será para tu mayor gloria recobrarla, que si nunca hubiera caído.

Y todos los habitantes del cielo te alabarán y te amarán aún más cuando la traigas a casa, limpia de todos sus pecados, con tu sangre, y te la presentes como una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, o cualquier cosa por el estilo; ¡Pero será sin culpa delante de ti en amor!

Bendito Maestro, quisiera preguntarte humildemente acerca de la vida eterna, como este joven; pero no el bien que debo hacer para lograrlo. ¡Por desgracia! si la posesión del cielo pudiera obtenerse con un solo acto de bondad; nunca por toda la eternidad debería encontrarlo. Donde debería hacer el bien, el mal está presente en mí. ¡Oh! luego por la gracia de conocerte, amarte, seguirte, como mi único bien; mi esperanza, mi justicia, mi porción para siempre. Amén.

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