Paso por alto las varias cosas más benditas de las que el Señor Jesús trata aquí, como si fueran en sí mismas tan claras y por Él expresadas de manera tan hermosa, que hacen innecesaria toda explicación. Pero detengo al Lector al final del pasaje, para suplicarle su atención especial y particular a ese argumento inigualable que el SEÑOR JESÚS condesciende en utilizar, al representar la gran gracia predisponente de nuestro Padre celestial para bendecir a sus hijos, bajo la figura de la solicitud de un padre terrenal.

Es como si JESÚS hubiera dicho; es un pobre gusano de la tierra, uno de los hijos caídos y pecadores de Adán, tan pronto a escuchar el llanto de sus hijos porque es un padre, como para darles las mejores cosas en el momento que les pidan; Piense, entonces, en cuán ferviente debe ser el Gran Padre de las misericordias para dar su Espíritu Santo a sus hijos, y quien ya les ha dado la mayor de todas las bendiciones, y sin que la hayan pedido, cuando les dio a su Hijo unigénito. Juan 14:16 .

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