No olvide, lector, ni pase por alto el dulce rasgo de la gracia que aparece aquí. Aunque indigno, degenerado y caído, a Jacob se le recuerda su nombre y se le pide que recuerde que Aquel en quien está el residuo del Espíritu no es estrecho, limitado o confinado. ¡Lector! He encontrado este pensamiento precioso en todas las angustias del corazón en la oración; el Espíritu del Señor no se acorta. Jesús todavía vive, todavía aparece como un Cordero inmolado en medio del trono, ¡y siempre actúa como el Intercesor de su pueblo!

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