Cuando consideramos los tratos del Señor con Israel, no podemos lamentar lo suficiente su depravación. Otras naciones de la tierra, que no conocieron al Señor, las vemos con un aspecto diferente al de la simiente de Jacob. ¡Una familia como esta, tan bendecida, tan alimentada, tan enseñada y tan protegida! ¡Qué disculpa se puede pedir por su apostasía! ¡Seguramente todo espectador debe estar asombrado!

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