Debería parecer muy claro por lo que aquí se dice, que Nehemías había regresado a Persia, y ahora había regresado a Jerusalén. Durante su ausencia, Eliasib el Sumo Sacerdote, para su eterna desgracia, por su alianza con Tobías, no solo había mostrado gran respeto a este enemigo abierto de Dios y de su iglesia, sino que se había atrevido a profanar el templo dándole un apartamento en él: y para hacerle sitio había quitado las cosas que pertenecían al servicio del templo.

¡Qué personaje tan horrible debe haber sido este Sumo Sacerdote! ¡Oh! ¡Cuán diferente de ti, gran Sumo Sacerdote de nuestro Dios y de tu pueblo! Pero detente, alma mía; ¿No hacen todos los ministros lo mismo, es más, si es posible, peor que Eliasib, que sustituye la verdad por la falsedad en los servicios del santuario? Quien enseña a la gente a acomodar a Tobías de toda descripción y carácter, en lugar de a Cristo. ¡Pobre de mí! ¡Pobre de mí! qué basura de cualquier cosa, de nada, de peor que nada, se hace a veces para suplir el lugar de Jesús, y su única salvación, para los pobres pecadores que perecen. ¡Oh! porque el espíritu dado a Nehemías para reformar estos abusos, se derramará ahora, a fin de que un celo santo pueda echar fuera los refugios falsos de la mentira de las cámaras del Señor dondequiera que se encuentren.

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