REFLEXIONES

DEJANDO el tema de la seguridad de Jerusalén, y los medios que el celoso Nehemías adoptó para preservarla del enemigo, me llamaría a mí y al Lector a un tema superior que surgiera de él, y consideraría cómo nuestro Gobernador Todopoderoso, cuando estaba a punto de regresar a la corte de los cielos, habiendo terminado el santo edificio de la salvación con su propia sangre y justicia, puso centinelas sobre los muros de su Sión y derramó abundancia de gracia para que un ministerio permanente pudiera estar vivo para la seguridad de sus redimidos.

¡Sí, bendito Jesús! Me parece que te veo en el momento de tu partida enviando a tus siervos y ordenándoles que estén muy ansiosos por los intereses eternos de tu Sion; y bajo tu bendito Espíritu para velar a tus puertas ya las puertas de tu casa, de noche y de día, y no dar descanso ni paz al Señor Jehová, hasta que haga de Jerusalén una alabanza en la tierra. ¡Ministros de mi Dios! ¡Asegúrate de ser hallado fiel a tu puesto! ¡Suplica al pueblo! suplica a Dios en Cristo; haga mención de su compra, de su sangre, de su cruz, del registro de los nombres en el libro de la vida escrito en el cielo; y nunca cesar, nunca rendirse; pero sea instantáneo a tiempo, fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta. ¡Y tú, adorable Emmanuel! Bendice y corona las labores de tus fieles siervos enviados,

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