La mujer clemente conserva la honra, y los fuertes retienen las riquezas. El hombre misericordioso se hace bien a su alma, pero el que es cruel perturba su propia carne. El impío hace obra engañosa; Mas al que siembra justicia, recompensa segura. Como la justicia tiende a la vida, así el que sigue el mal, lo persigue hasta su propia muerte. Abominación son a Jehová los perversos de corazón; Mas los rectos de camino son su deleite.

Aunque una mano se junte, los impíos no quedarán sin castigo, pero la descendencia de los justos será librada. Como joya de oro en el hocico de un cerdo, así es la bella mujer sin discreción. El deseo de los justos es solo bueno, pero la espera de los impíos es ira. Hay que esparce y aumenta; y hay quien retiene más de lo que conviene, pero tiende a la pobreza.

Ojalá este último verso, y la gran verdad contenida en él, fuera mejor entendido y mejor puesto en práctica por mi pobre corazón. Jesús, estoy seguro, lo enseñó en toda su vida y con su glorioso ejemplo. Cómo ha esparcido gracia, misericordia, paz y perdón entre las criaturas más indignas. ¿Y cómo ha aumentado al producirse un ingreso eterno de alabanza y gloria, de los millones, que con ello ha arrebatado del infierno?

¡Mi hermano! ¿Cómo seguimos el plan de Jesús, cuando retenemos, y en nuestras escasas almas, lejos de esparcirnos, vivimos para nosotros mismos? y nuestros propios placeres. ¡Lector! Oremos, diríjase a esa dulce porción del sermón de Jesús, que puede interpretarse de manera general, tanto para los espirituales como para los temporales; como una dirección amable en este punto. Mateo 5: 44-48 .

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