El que menosprecia a su prójimo, peca; mas el que tiene misericordia del pobre, feliz es. ¿No yerran los que traman el mal? pero misericordia y verdad serán para los que conciben el bien. En todo trabajo hay provecho, pero el hablar de los labios sólo tiende a la miseria. La corona de los sabios es su riqueza, pero la necedad de los necios es necedad. El testigo veraz libra almas, pero el testigo engañoso habla mentiras.

En el temor del SEÑOR hay gran confianza, y sus hijos tendrán un lugar de refugio. El temor del SEÑOR es manantial de vida, Para apartarse de los lazos de la muerte. En la multitud del pueblo está el honor del rey, pero en la falta de pueblo está la destrucción del príncipe. El lento para la ira es de gran entendimiento, pero el de espíritu apresurado ensalza la necedad. El corazón sano es la vida de la carne, pero envidian la podredumbre de los huesos.

El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor, pero el que lo honra tiene misericordia del pobre. El impío es ahuyentado por su maldad, pero el justo tiene esperanza en su muerte. La sabiduría reposa en el corazón del entendido, pero lo que está en medio de los necios se da a conocer. La justicia enaltece a la nación, pero el pecado es oprobio para todos los pueblos. El favor del rey es para con el siervo sabio, pero su ira es contra el que causa vergüenza.

No detengo al lector en ofrecer algún comentario sobre esos versículos. Si se leen con la mirada puesta en Cristo, y el Espíritu Santo es el maestro, muchas son las instrucciones de gracia que surgirán de ellas.

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