REFLEXIONES

¡Quédate quieta, alma mía! y he aquí a Jesús como el arca, la morada, el santuario, el refugio, el lugar de descanso para los pobres pecadores, que fundó el Señor Jehová, y no el hombre. Mira a Jesús, incluso a tu Jesús, en cada uno de esos personajes. ¡Qué lugar seguro es Jesús para todos sus redimidos! Que no clamemos ante él; es más, no estamos obligados a hacerlo; Señor, tú has sido nuestra morada en todas las generaciones. ¿Y no es Él también el escondite de sus redimidos, cuando están escondidos en la unión secreta y misteriosa con su persona, e interesados ​​en su justicia? Alma mía, ¿no dirás, bajo este punto de vista, Ciertamente mi vida está escondida con Cristo en Dios, que cuando Cristo, que es mi vida, aparezca, entonces yo apareceré con él en gloria? ¿Y no es Jesús el lugar de descanso para cada pobre pecador cansado, cansado con la carga de sus pecados, y de todos sus propios esfuerzos infructuosos para quitar esa carga, hasta que Jesús, el poderoso portador de la carga, sea visto cargando nuestros pecados en su propio cuerpo en el madero? ¡Sí! Señor, aquí también yo diría: Tú eres el reposo con que Jehová hace descansar al cansado, y tú eres el refrigerio. Levántate, Señor, en tu reposo, oraría mi alma humildemente, tú y el Arca, el Jesús, de tu gran fuerza.

Viste a tus sacerdotes con el manto de la justicia de Jesús, y grite de gozo todo corazón redimido de tus santos. Bendecirás, sí, bendecirás abundantemente con toda provisión espiritual, sus almas en la tierra, mientras las alimentas ahora en gloria, en medio del trono, con alimento eterno. Tus enemigos, Señor, serán eternamente avergonzados; pero Jesús reinará y reinará para siempre. Amén.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad