Por último, invoca al pueblo de Dios, el Israel de Jehová, de quien Jehová ha dicho: Este pueblo he formado para mí, ellos manifestarán mi alabanza, Isaías 43:21 . Y aquí, lector, te ruego que no solo observes al Israel de Dios, sino al Dios de su Israel. Jesús es el cuerno de su pueblo.

Y Jesús es la alabanza de todos sus santos. Y si su pueblo está cerca de él, como lo es en verdad, el más cercano y el más querido, sin embargo, esto solo es en Jesús: uno con él, están cerca del Señor; son acercados en su sangre: son suyos. tesoro, sus joyas, sus elegidos, sus redimidos. Y bien pueden ser llamados a alabarlo; porque si callaran, las mismas piedras podrían clamar, Lucas 19:40

REFLEXIONES

Quédate quieta, alma mía, quédate quieta, y reflexiona bien sobre las importantes afirmaciones que hay sobre ti en este bendito Salmo. Toda la creación, en verdad, puede muy bien alabar a Dios, porque Dios los ha creado, formado y dispuesto a todos en el hermoso y regular orden en el que se encuentran. Pero, ¿qué puede ser el cántico de la creación, comparado con el de la redención, que estás llamado a cantar? Dios ha enviado a su Hijo para redimirte, salvarte y llevarte a la comunión eterna y al disfrute de su presencia y favor, en y a través de la sangre y la justicia de su amado Hijo. Jesús murió por ti, resucitó por ti, respondió por ti, te justificó, te vistió, te alimentó, te bendijo y te amó, y te amará y bendecirá por siempre.

Y Dios el Espíritu te ha abierto sus preciosas comunicaciones de gracia; te vivió, te dio una nueva vida en Cristo, te unió al siempre bendito Jesús; y es, y será para siempre, tomando las cosas de Jesús, para bendecirte en Jesús, y hacerte un vaso adecuado para su gloria en el tiempo y por toda la eternidad. ¿Son, pues, estas las bendiciones de Jehová con las que te distingues? ¿Estás en verdad entre y del número de ese pueblo, que este Salmo registra; un pueblo cercano a él; o morando solos, como se les llama en otros lugares? ¡Oh! Piensa, pues, cómo debes vivir para su gloria, para su alabanza, en su temor, en su amor, que te ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa. Te encomiendo, alma mía, en este día, que vivas sólo para su alabanza; y que cada acto tuyo sea para su gloria. ¡Precioso Señor Jesús!

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