Aquí el escritor sagrado hace una hermosa transición desde las obras de la naturaleza para contemplar las obras de la gracia. Habiendo celebrado las alabanzas de Jehová en sus atrios exteriores, ahora entra en el templo interior para adorarlo. Y si el primero predicaba a Cristo, el segundo aún lo hace con tensiones mucho mayores. Quisiera que el Lector me comentara cuánto insiste el escritor sagrado en el glorioso e incomunicable nombre de Jehová.

No menos de seis veces en tres versículos se menciona ese nombre alto y sublime. Y, de la misma manera, utiliza seis términos diferentes para denotar a Cristo y su palabra sagrada con. Porque, lo doy por sentado, el lector se da cuenta de que todo lo que aquí se dice se refiere a Jesús. Él es en verdad la sustancia de la ley, el testimonio y los estatutos. Convierte el alma. Él alegra el corazón.

Él es el Alfa y Omega de todos los tratos bondadosos de Dios con los hombres. Y, por tanto, es más precioso que el oro, sí, que la cuña de oro de Ofir. Hace que los que le aman, como él mismo dice, posean bienes, riquezas duraderas y justicia, Proverbios 8:18 .

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