REFLEXIONES

¡LECTOR! Piense en cuán misericordioso es Dios el Espíritu Santo, al llamar una y otra vez a la Iglesia para que vea a Cristo en su ministerio y en sus triunfos, para impulsar a todos, sus redimidos a triunfar en él y por él, cuando el Señor en cualquier momento da nuevos motivo de alabanza. ¿Y no deberíamos tú y yo, en el nombre de Jesús y en la justicia, hablar el mismo idioma? ¿Hay un día, o una parte del día, pero qué encontramos motivo para decir: La alabanza de un Dios en Cristo estará continuamente en mi boca? ¿Y no invitaremos a los humildes y ejercitados a que vengan, y engrandezcan al Señor con nosotros, y bendigamos juntos su nombre?

¡Bendito Mediador! que tus ojos estén sobre tu pueblo para bien. ¡Que tus oídos estén siempre abiertos a sus oraciones! ¡Seguramente, Señor, nunca te has puesto en esas conexiones cercanas y tiernas con nuestra naturaleza por nada! Has venido a nosotros en los más entrañables lazos de relación con este propósito expreso, para que podamos llegar hasta ti, y que nuestros ojos estén siempre hacia ti como los ojos de un siervo a la mano de su amo, y como los ojos de una doncella a la mano de su ama! Y por eso, bendito Jesús, queremos tener toda nuestra alma centrada en ti, para que nuestros rostros nunca se avergüencen.

¡Oh Santo Padre! ¡Has oído los gritos del pobre! lo has librado de todas sus angustias. Y ahora, Señor, escucha a tus redimidos en Jesús. Por él redime las almas de sus siervos, y no se avergüence ni se confunda nunca el alma de los que confían en él, por los siglos de los siglos. Amén.

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