¡Qué fervor devoto se manifiesta aquí por la dirección del Espíritu Santo de Dios! Y qué bendito objeto se propone; ¡para el disfrute de la luz espiritual y la guía llena de gracia! ¿No es Jesús nuestro altar del Nuevo Testamento? ¿Y no es él el Dios de nuestro inmenso gozo? Lector, si Jesús es nuestro altar del Nuevo Testamento, como lo testifican claramente las Escrituras, ese nombre sagrado no debe darse a ningún lugar, por más apartado y solemne que sea para el servicio divino por los hombres. Llamaría a la mesa de la comunión la mesa de la comunión o de las ordenanzas, o la mesa del Señor, pero no el altar del Señor; porque solo Cristo es el altar, el sacrificio y el sacerdote eterno.

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