Cuán bellas y apropiadas son todas las cosas que aquí se dicen, si se leen con la mirada puesta en el gran Redentor, como si fueran varias súplicas, a causa de esos males que vino a destruir. Él vino a destruir las obras del diablo, y por lo tanto estaba muy seguro de un resultado glorioso para su propia causa justa. ¡Lector! No dejes de conectar con este punto de vista de tu gloriosa Fianza, el cierto interés que su iglesia tiene en todo lo que se dice de él.

Si el SEÑOR no se complace en la iniquidad, ¿qué complacerá al que la quita? Y si Jesús es tan precioso como la cabeza, ¿no debe ser preciosa también en él la iglesia, que es su cuerpo? ¡Oh! ¡Tú, Santo de Dios! haz que esté fijando para siempre mis ojos, toda mi alma con incesante éxtasis sobre ti, como el Señor nuestra justicia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad