El salmista abre aquí el tema que tanto había tendido a hacer tambalear su fe. Parece que la pregunta que surgió en su mente, y le dio pensamientos tan inquietos acerca de la providencia de Dios, fue, si Dios ama a su pueblo, como sabemos que lo hace, ¿de dónde es que los hombres malos prosperan, y sus amados se ejercitan con tales dispensaciones agudas y probadas?

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