REFLEXIONES

¿No meditaré sobre el contenido de este salmo quejumbroso y reflexionaré sobre la triste causa de la miseria humana? Que corran las lágrimas día y noche, cuando el alma revisa la fuente melancólica de las aflicciones de este mundo. Pero, alma mía, cuando en Jesús ves tal dolor, ¿a qué altura de mayor lamento se eleva el tema? Ese hombre, que es hijo del pecado, debería ser hijo del dolor, es lo que bien podría suponerse y es de esperarse en un estado como el actual.

Pero cuando oímos a su alma santa, que no conoció pecado, y en cuya boca no se halló engaño, clamando así bajo los chorros de agua de la ira divina, dolorosamente asombrado y distraído; ¿Qué idea tan horrible tiene este despertar de la siniestra malignidad del pecado y de la condición caída del hombre? Haber estado presente en la destrucción del viejo mundo por el diluvio; haber visto Sodoma destruida por el fuego, o Coré y su compañía devorados por el terremoto; todos estos habrían dado ideas vivas del odio irreconciliable de Dios por el pecado.

Pero para ver el pecado en todos sus horrores, ninguna representación puede llegar a los gritos del Hijo de Dios. Si, alma mía, ves que el pecado es sumamente pecaminoso, ve a Getsemaní o al Gólgota; allí se oye al santo Jesús proferir fuertes clamores y aprender a obedecer por las cosas que padeció. Y no seré yo, precioso Cordero de Dios, mi alma, en amor por ti, en deleite en ti, en afecto hacia ti, y en dependencia de ti, cuando te contemple, en estos inigualables sufrimientos, y cuando Me veo obligado a decir: He aquí todo esto y más, ¿sufrió Jesús y soportó cuando no conoció pecado, para que su pueblo fuera hecho justicia de Dios en él? Oh Señor, en la contemplación de ti y tus sufrimientos,

Tú todavía eres el Dios de mi salvación y me sostendrás, me sostendrás y aliviarás toda mi presión, hasta que me lleves a casa para contemplar tu gloria y morar contigo para siempre.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad