REFLEXIONES

¡Bendito Señor Jesús! ¿No te contemplo en muchas de las cosas preciosas de las que se habla en este Capítulo? En verdad, Señor, fue dicho por ti, que Jehová tu Padre te poseyó al principio de su camino, antes de sus obras de antaño; ¡y que entonces fuiste levantado para la eternidad! ¿Y no fue, querido Señor, como la Cabeza del Pacto de tu Iglesia y Pueblo? ¿No estaban entonces tus delicias con los hijos de los hombres, en este carácter lleno de gracia? Y cuando Zacarías vio a un hombre, como se describe aquí, con una línea para medir Jerusalén, ¿no eras tú, oh Señor, mostrando a tu Iglesia de ese modo, que no sólo conocías las dimensiones de tu Iglesia y Templo, sino de todos los elegidos? piedras pulidas de ella, los miembros de tu cuerpo místico, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida? ¿Y quién sino Jesús es un muro de fuego para su pueblo? y gloria en medio de ellos? Para quien es querida la Iglesia, y como la tierna niña de los ojos de un hombre; pero ¿a Aquel que ha muerto por su Iglesia, desangrado por su Iglesia, está intercediendo eternamente por su Iglesia, y no se considerará plenamente glorioso hasta que toda la Iglesia esté rodeada de gloria por él? ¿Quién puede decirse que habita en medio de su pueblo, o quién es la porción del Señor, sino Israel la porción de su herencia? ¡Precioso Señor Jesús! ¿No te contemplo a ti, mi Salvador resucitado, exaltado y glorificado? ¿No te veo en todos estos, y en mil otros ejemplos entrañables, de tu inigualable amor por tus redimidos, y de ese modo probando que tú eres en verdad nuestro Señor, y que el Señor de los ejércitos te ha enviado a tu pueblo? ¡Jesús Todopoderoso! continúa y termina, en tu propio tiempo,

¡Haz que muchas naciones vengan a tu levantamiento! Trae a casa a tus redimidos, a tu antiguo pueblo los judíos, y deja que se complete la plenitud de los gentiles. Y ¡oh! ¡Tú, Señor Dios soberano! cuando llegue ese gran día tuyo, y tus pies vuelvan a estar sobre el monte de los Olivos; ¡Entonces toda la tierra estará en silencio en un acto universal de asombro, amor y alabanza! Amén.

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