Y cuando el pueblo llegó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy el SEÑOR delante de los filisteos? Traigamos el arca del pacto de Jehová de Silo hacia nosotros, para que cuando venga entre nosotros, nos salve de mano de nuestros enemigos.

Traigamos el arca del pacto del Señor de Silo hacia nosotros. Es extraño que estuvieran tan ciegos a la verdadera causa del desastre, y que no discernieran, en la corrupción grande y general de la religión y la moral ( 1 Samuel 2:1 ; 1 Samuel 7:3 ; Salmo 78:58 ), razón por la cual no se les extendió la presencia y la ayuda de Dios.

Su primera medida para restaurar el espíritu y la energía nacionales debería haber sido una reforma completa, un retorno universal a la pureza del culto y las costumbres. Pero en lugar de abrigar un espíritu de profunda humillación y sincero arrepentimiento, en lugar de resolver la abolición de los abusos existentes y el restablecimiento de la fe pura, adoptaron lo que parecía un camino más fácil y rápido: confiaron en las observancias ceremoniales, y no dudaron de que la introducción del arca en el campo de batalla les aseguraría la victoria.

Al recomendar este paso extraordinario, los ancianos podrían recordar la confianza que impartió a sus antepasados ​​( Números 10:35 ; Números 14:44 ), así como lo que se había hecho en Jericó. Pero es más probable que estuvieran influenciados por las ideas paganas de sus vecinos idólatras, quienes, para animar a sus soldados y asegurar la victoria, llevaban a sus guerras las estatuillas de sus dioses en los santuarios, o sus símbolos sagrados, creyendo que el poder de esas divinidades estaba inseparablemente asociado o residía en sus imágenes.

En resumen, el grito levantado en el campamento hebreo, a la llegada del arca, indicaba muy claramente el predominio entre los israelitas en este tiempo de una creencia en deidades nacionales, cuya influencia era local, y cuyo interés se ejercía especialmente en favor de la gente que los adoraba. El gozo de los israelitas era una emoción que brotaba de los mismos sentimientos supersticiosos que la correspondiente consternación de sus enemigos, porque evidentemente confiaban en el arca material en vez de en Dios; y proporcionarles una prueba convincente aunque dolorosa de su error fue el objetivo ulterior de la disciplina a la que ahora estaban sujetos, una disciplina por la cual Dios, mientras los castigaba por su apostasía al permitir la captura del arca, tenía otro fin en punto de vista, el de vindicar señaladamente su supremacía sobre todos los dioses de las naciones.

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