Y cuando estaba en aflicción, oró a Jehová su Dios, y se humilló mucho delante del Dios de sus padres,

Cuando estaba en aflicción, oró al Señor su Dios. En la soledad del exilio o de la prisión, Manasés tuvo tiempo para reflexionar. Las calamidades le obligaron a repasar su vida pasada, bajo la convicción de que las miserias de su destronamiento y condición de cautivo se debían a su terrible y sin precedentes apostasía ( 2 Crónicas 33:7 ) del Dios de sus padres.

Se humilló, se arrepintió y oró por una oportunidad de producir los frutos del arrepentimiento. Su oración fue escuchada; porque su conquistador no sólo lo liberó, sino que, después de dos años de destierro, lo restauró con honor y pleno ejercicio del poder real, a un reino tributario y dependiente.

Sin duda, algún motivo político impulsó al rey asirio a restaurar Manasés, y muy probablemente fue para tener el reino de Judá como una barrera entre Egipto y sus dominios asirios. Pero Dios anuló esta medida para propósitos más elevados. Manasés se mostró ahora, por la influencia de la aflicción santificada, como un hombre nuevo y mejor: porque hizo una reversión completa de su política anterior, no sólo al destruir todas las estatuas y altares idólatras que se habían erigido anteriormente en Jerusalén, sino al exhibir los más celo ardiente en restaurar y alentar el culto a Dios.

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