Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Ittai, diciendo: Tratad con delicadeza por mi causa al joven, a Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando el rey dio órdenes a todos los capitanes acerca de Absalón.

Tened cuidado por mí con el joven, incluso con Absalón. Este afectuoso encargo, que el rey dio a sus generales, procedía no sólo de su desmesurado afecto por sus hijos, sino de su conciencia de que esta rebelión era el castigo de sus propios crímenes, siendo Absalón un mero instrumento en manos de la Providencia retributiva; y también de su piedad, para que el infeliz príncipe no muriera con sus pecados sin arrepentirse.

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