La mujer no vestirá ropa de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios todo lo que hace.

La mujer no vestirá ropa de hombre. Los disfraces se asumieron en ciertos momentos en los templos paganos. Maimónides ('More Nevochim.', pars 3:, cap. 12:) menciona que un hombre ataviado con un vestido femenino de color, en honor de Venus, Astarot o Astarte, y una mujer equipada con armadura, adoraban en el santuario de la estatua de Marte, (ver también Spencer, 'Do Legibus Hebraeorum,' lib. 1:, cap. 5:, 11:)

Los antiguos asiáticos, cuando se dedicaban al culto de Astaroth, acostumbraban, según Filocoro, citado por Townley (en su edición de Maimónides, nota 33), a intercambiar los vestidos masculinos y femeninos. De hecho, todos los idólatras confundían los sexos de sus deidades, representándolas unas veces como masculinas y otras como femeninas; y de ahí que sus adoradores, hombres y mujeres, cayeran gradualmente en la costumbre, que se hizo ampliamente prevalente, de cambiar su atuendo para adaptarse al sexo de una divinidad particular. (Véanse muchos ejemplos aducidos por Young, 'Idol. Corruptions in Religion', vol. 1:, pp. 97-105).

Es probable que se hiciera referencia a las levidades impropias practicadas en la vida común. Fueron debidamente prohibidas; porque la adopción de los atuendos de un sexo por el otro es un ultraje a la decencia, borra las distinciones de la naturaleza al fomentar la blandura y el afeminamiento en el hombre, la impudicia y la audacia en la mujer, así como la frivolidad y la hipocresía en ambos; y, en resumen, abre la puerta a una afluencia de tantos males, que todos los que llevan el vestido de otro sexo son declarados "una abominación al Señor".

 

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