Entonces dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado de mi casa las cosas sagradas, y también las he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todos tus mandamientos que me has ordenado: No he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos:

Dirás ante el Señor tu Dios. Esta era una declaración solemne y consciente de que nada de lo que debía dedicarse al servicio divino se había reservado secretamente para uso personal.

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