Y el rey de Egipto les dijo: ¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, apartáis al pueblo de sus obras? llevaros a vuestras cargas.

Por tanto, vosotros, Moisés y Aarón, dejad al pueblo hacer sus obras... Sin hacer caso de lo que lo que habían dicho, el rey los trató como agitadores turbulentos, que apelaban a los sentimientos supersticiosos del pueblo, para incitar a la agitación y difundir un espíritu de descontento que, al extenderse por un cuerpo tan enorme de esclavos, podría poner en peligro la paz del país.

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