Diciendo: Dame también a mí este poder, que a cualquiera que yo ponga las manos, pueda recibir el Espíritu Santo.

Diciendo: Dame también a mí este poder, para que a quien yo imponga las manos, reciba el Espíritu Santo. Este era evidentemente un plan para recuperar, a través de la nueva Fe, esa influencia sobre la gente como hacedor de maravillas que su conversión a Cristo había destruido por completo; revelando no sólo cuán enteramente su conversión, tal como fue, había fallado en controlar su ambición espiritual, sino cuán ignorante era de los primeros principios de ese Evangelio que había abrazado.

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