Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: No se lamentarán por él, diciendo: ¡Ah, hermano mío! o, ¡Ah, hermana! no se lamentarán por él, diciendo: ¡Ah, señor! o, ¡Ah, su gloria!

No se lamentarán por él diciendo: ¡Ah, hermano mío! ¡Ah hermana! - Dirigiéndose a él con tales títulos de afecto como uno se dirigiría a un amigo difunto amado como hermano o hermana. Esto expresa: No lo lamentarán con el lamento de los particulares (Vatablus), o de los parientes consanguíneos (Grotius): como "¡Ah! señor", expresa el lamento público en el caso de un rey (Vatablus), o el de los súbditos (Grotius). Henderson piensa que "¡Ah! hermana" se refiere a la reina de Joacim, quien, aunque fue llevada a Babilonia, y no fue dejada sin enterrar en el camino, como Joacim, no fue honrada en su muerte con lamentaciones reales, como las que se habrían derramado sobre ella en Jerusalén. Destaca la belleza de las maneras de Jeremías en su profecía contra Joacim.  En Jeremias 22:13 lo describe en términos generales; luego, en Jeremias 22:15, se dirige directamente a él sin nombrarlo; por último en lo nombra, pero en tercera persona, para dar a entender que Dios lo pone a distancia de él. La audacia de los profetas hebreos prueba su misión divina: si no fuera así, sus reproches a los reyes hebreos, que ocupaban el trono por autoridad divina, habrían sido una traición.

¡Ah, su gloria! - ¡Ay de su majestad!

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