Y vino a mí Hanameel, hijo de mi tío, conforme a la palabra de Jehová, al patio de la cárcel, y me dijo: Compra, te ruego, mi heredad que está en Anatot, que está en el país de Benjamín; tuyo es el derecho de herencia, y tuya es la redención; cómpralo por ti mismo. Entonces supe que esta era la palabra del SEÑOR.

Entonces supe, no es que Jeremías dudara previamente de la realidad de la comunicación divina, sino que el efecto que siguió a ella, y el hecho de que el profeta la conociera experimentalmente, confirmaron su fe y fueron el sello de la visión. El historiador romano Florius (2: 6) registra un caso similar: durante los días en que Roma estaba siendo asediada por Aníbal, el mismo terreno en el que estaba acampado se puso a la venta en Roma, y encontró un comprador; lo que implica la tranquila confianza en el resultado final que tenía el pueblo romano.

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