Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros. Marca el cambio de la habitación de Él mismo a la de Sus palabras. Pero como somos limpios por su palabra, y santificados por su palabra, por lo que Él habita en nosotros a través de "Sus palabras", esas palabras Suyas, cuya recepción creyente es la única que abre el corazón para que Él entre en nosotros.

Así en el capítulo anterior, "Si un hombre me ama, mis palabras guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él". Y así en la última de Sus cartas a las iglesias de Asia, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz" - y mis palabras permanecerán en él, "Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo".

Pediréis lo que queráis, y os será hecho. Una latitud sorprendente de preguntar esto parece ser. ¿Se debe entender, entonces, con limitaciones? y si no, ¿no parecería que tal licencia sin límites favorece todo tipo de extravagancia fanática? La única limitación expresamente mencionada es suficiente para guiar las preguntas a fin de asegurar la respuesta. Si permanecemos en Cristo, y las palabras de Cristo permanecen en nosotros, "todo pensamiento" es "llevado cautivo a la obediencia de Cristo", de tal manera que no surgirán deseos ni se ofrecerá ninguna petición que no esté en armonía con el divino será.

El alma, entregándose implícita y totalmente a Cristo, y las palabras de Cristo penetrando y moldeándola dulcemente en conformidad con la voluntad de Dios, sus mismos alientos son de Dios, y así no puede sino encontrar una respuesta divina.

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