Y matará el novillo delante de Yahveh; y los sacerdotes, hijos de Aarón, traerán la sangre y la rociarán alrededor del altar que está a la puerta del tabernáculo de reunión.

Y matará..., es decir, no al sacerdote, porque no era su deber oficial en caso de sacrificios voluntarios, sino al oferente; sin embargo, en tiempos posteriores, el oficio fue realizado generalmente por los levitas (cf. 2 Crónicas 29:24 ; Esdras 6:24).

Delante del Señor: en el lugar donde se habían puesto las manos sobre la cabeza del animal, en el lado norte del altar.

Rociar la sangre. Esto debían hacerlo los sacerdotes, que recibían la sangre del animal sacrificado en tazones de bronce, y la rociaban o vertían sobre el altar, cerca de la ofrenda, pero fuera de ella. Como la sangre se consideraba la vida, la efusión de la misma era la parte esencial del sacrificio, y la aspersión de la misma, la aplicación de la expiación, que hacía que la persona y los servicios del oferente fueran aceptables para Dios. Una vez despojado de la piel y troceado el cadáver, se disponían los distintos trozos sobre el altar de la forma más adecuada para facilitar su consumo por el fuego.

Este acto, según Bahr, simboliza la disposición del oferente a entregar su vida, todo su ser, en fe, arrepentimiento y devoción, a Dios. Pero denota mucho más que eso; pues a esto la ofrenda y la matanza del animal es meramente introductoria [e incluso si no se hubiera mencionado el kapeer ( H3722 ) en el holocausto, la ceremonia especial de la aspersión de la sangre habría mostrado que la expiación estaba conectada con ella].

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