Si un alma peca y comete una transgresión contra el Señor, y miente a su prójimo en lo que le fue entregado para que lo guardara, o en una cosa arrebatada con violencia, o ha engañado a su prójimo;

Si un alma... comete una transgresión contra el Señor. Esta ley, cuyo registro debería haberse unido con el capítulo anterior, se dio en relación con las cosas robadas, obtenidas fraudulentamente o mantenidas indebidamente. Se ordenaba al infractor que restituyera los artículos al legítimo propietario, junto con una quinta parte de sus propios bienes. Pero no bastaba con reparar el daño causado a un vecino y a la sociedad. Se le exigía que trajera una ofrenda por la infracción, como muestra de dolor y penitencia por haber dañado la causa de la religión y de Dios.

Esa ofrenda por la culpa era un carnero sin mancha [Septuaginta, krion apo toon probatoon amoomon timees eis ho epleemmeleese, un carnero sin mancha del rebaño, como compensación por lo que había errado], que debía hacerse sobre el altar de los holocaustos, y la carne pertenecía a los sacerdotes. Esta pena equivalía a una multa atenuada; pero al estar asociada a un deber sagrado, la forma en que se infligía la multa cumplía el importante propósito de llamar la atención sobre las exigencias de Dios y reavivar el sentido de responsabilidad hacia Él.

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