Y les dije: No se abran las puertas de Jerusalén hasta que el sol caliente; y estando ellos presentes, cierren las puertas y atranquenlas; y ponga guardias de los moradores de Jerusalén, cada uno en su guardia, y cada uno enfrente de su casa.

No se abran las puertas de Jerusalén hasta que el sol caliente... En Oriente, es costumbre abrir las puertas de una ciudad al amanecer y cerrarlas al ponerse el sol, una regla que es muy rara, y no excepto a las personas de autoridad, infringido. Nehemías recomendó que las puertas de Jerusalén no se abrieran tan temprano; precaución necesaria en un momento en que el enemigo practicaba todo tipo de peligrosas estrategias, para asegurarse de que los habitantes estuvieran todos despiertos y disfrutaran del beneficio de la luz del día clara para observar los movimientos sospechosos de cualquier enemigo.

La conveniencia de cerrar regularmente las puertas al atardecer fue, en este caso, acompañada con el nombramiento de un número de personas para actuar como centinelas, cada uno montando guardia frente a su propia casa.

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