Y salió Dios al encuentro de Balaam, y le dijo: He preparado siete altares, y sobre cada altar he ofrecido un becerro y un carnero.

Dios se encontró con Balaam, no en cumplimiento de sus encantamientos, sino para frustrar sus malvados designios y obligarlo, en contra de sus deseos e intereses, a pronunciar la siguiente bendición.

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