Así se hacía antiguamente en Israel con respecto a la redención y al cambio, para confirmar todas las cosas: un hombre se arrancaba el zapato y se lo daba a su vecino; y esto era un testimonio en Israel.

Un hombre se quitó el zapato. Cuando el pariente se negaba a cumplir con su deber para con la familia de su pariente fallecido, se ordenaba a su viuda que le arrancara el zapato, con algunas circunstancias concomitantes de desprecio. Pero como en este caso no hubo negativa, se ahorró la ignominia habitual, y el arranque del zapato fue la única ceremonia que se observó, como prenda de que la transacción se había completado. El significado simbólico de la observancia era que la parte cedía su interés en la tierra dando a otra su zapato, con el que solía caminar, para que aquel a quien se lo daba pudiera entrar y tomar posesión de ella.

El uso del zapato como símbolo de derecho o de transmisión es muy frecuente todavía en el Indostán y en muchas partes de Oriente (Roberts' 'Oriental Customs'). En la época medieval se utilizaba el guante de la mano derecha en lugar del zapato.

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